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Leer la opinión de Jokin Echevarria
Coordinador de Economía e Innovación en NAIDER

Las razones fundamentales detrás de su importante subida son la siguientes: por un lado, los problemas de producción y suministro principalmente originados por el cuello de botella en el que se ha convertido China; por otro lado, el incremento de los precios de energía (principalmente electricidad y gas); y, finalmente, el hecho de que el Banco Central Europeo haya inyectado liquidez en el sistema de una forma significativa a través de un programa de compra de deuda pública soberana de los países miembros del euro, a razón de unos 70.000 millones de euros mensuales.

Sin embargo, este problema no es exclusivo de nuestro continente, y otros países ya han comenzado a tomar medidas para frenar su ascenso. Países como el Reino Unido, Corea del Sur, Nueva Zelanda y Brasil ya subieron los tipos de interés en 2021. Por su parte, EEUU ha avanzado que comenzará a subirlos en el mes de marzo y que lo hará 3 veces este año. Incluso se prevé que estas subidas vayan a continuar durante 2023.

¿Y qué pasará en Europa? ¿Subirán los tipos de interés? Se dice que cuando EE.UU. estornuda, Europa se resfría…

Según los expertos, los motivos principales por los que aún no se han subido son dos. El primero, porque, por un lado, se cree que la inflación es coyuntural y, por tanto, temporal (se espera que en 2022 ya descenderá a un nivel aceptable). A pesar de ello, existen dudas sobre esto debido a los llamados efectos de segunda ronda, vinculados a la recuperación del mercado laboral y el repunte de los salarios en la Eurozona, que podrían transformar la inflación en un fenómeno más persistente. Sumado a ello se encuentra el actual conflicto provocado por la invasión de Rusia sobre Ucrania, que podría mantener la inflación en ratios elevados por más tiempo.

El segundo motivo tiene que ver con que la recuperación económica en la zona euro está siendo más débil de lo esperado y una subida de tipos afectaría muy negativamente. Este impacto negativo se daría fundamentalmente, además, en los países del sur de Europa, con una mayor deuda pública, en general, que el resto de Europa.

Sin embargo, la subida de tipos de EE.UU. provocará una apreciación del valor del dólar frente al euro, que influirá en el aumento del coste de las importaciones referenciadas en dólares (principalmente, energía); esto es, importaríamos inflación.

Por este motivo Europa ha pasado recientemente de decir no a no cerrar la puerta a una posible subida de tipos de interés. El mercado, de hecho, prevé ahora que la primera subida de tipos llegue en julio, lo que podría marcar el fin de los tipos negativos.

Si finalmente suben los tipos de interés, las implicaciones para las empresas serán distintas en función del sector o el tamaño, pero, en general, el impacto no será bueno. La alternativa, sin embargo, sería una mayor inflación, que tampoco es el mejor escenario posible.

Considerando en primer lugar los ingresos de las empresas, las compañías que cuenten con liquidez extra podrán verse beneficiadas. Por el contrario, las empresas sensibles a los tipos de interés podrán ver disminuida la demanda de sus bienes y servicios. Entre ellas se encuentran, por ejemplo, las pertenecientes a los sectores del automóvil, los bienes de equipo o la construcción, con gran peso en la economía de Euskadi.

Las empresas deberán ser conscientes de que, aunque puedan estar relativamente aisladas de las subidas de los tipos de interés, sus clientes y sus proveedores pueden no estarlo, con el consiguiente incremento de precios de estos últimos.

Si ponemos el foco sobre la actividad de I+D debemos considerar dos elementos clave: el primero que los gastos corrientes de las organizaciones suponen más del 90% de todos los gastos internos y el segundo elemento a considerar es que la I+D es una actividad de elevado riesgo e incertidumbre sobre sus resultados.
Fuente: Soy el pie de foto de la imagen.

Además, los retornos se producen a largo plazo, característica que se da también en las empresas tecnológicas, cuyas cotizaciones son especialmente sensibles a subidas de tipos de interés. El hecho es que en cuanto aparecen los miedos al endurecimiento monetario, el precio de sus acciones comienza a caer.

Teniendo en cuenta ese carácter de retornos inciertos y a largo plazo, el endeudamiento por la actividad de I+D no parece la primera opción para las empresas[1]. Quizás pueda serlo para los gastos de capital (gastos brutos de adquisición de activos tangibles o intangibles utilizados para la actividad de I+D), ya que estos pasan a formar parte del activo en el balance de las empresas. Sin embargo, no son el grueso del esfuerzo en I+D.

La subida de tipos de interés podrá afectar a los gastos corrientes y a los gastos de subcontratación en la medida que encarece la financiación del circulante para poder afrontar los pagos.

Sin embargo, el verdadero enemigo de la I+D es la inflación ya que hace subir los salarios para poder mantener el poder adquisitivo del personal de I+D, el precio de los materiales y suministros (energía, materias primas, fungibles, etc.) y el precio de los servicios de I+D subcontratados. Como consecuencia, para poder obtener un mismo output de un proyecto de I+D, el gasto deberá ser superior, lo que reduce la eficiencia de la actividad.

Si el aumento de las tasas de interés sirve para contener la inflación, esta podría ser una buena noticia. Sin embargo, teniendo en cuenta que la inflación se ha producido principalmente por un shock de oferta debido a la subida de los precios del petróleo y gas (y, en consecuencia, de la electricidad), su aumento junto a tasas de inflación aún elevadas podría ser perjudicial y tener consecuencias importantes, incluso graves, para las empresas y su actividad de I+D.

El tiempo lo dirá.

*https://cotec.es/observacion/ejecucion-presupuestaria-de-la-i-d-del-sector/bbc598f2-edc4-a458-5c25-4dc1475c8545
  • La incertidumbre, la inflación y los tipos de interés, los caballos de batalla de la innovación y la I+D

    El escenario en el que se encuentra la economía mundial y en particular la europea tiene pocos precedentes y seguramente es poco creíble intentar predecir con una mínima certeza la evolución del escenario macroeconómico y seguramente tampoco la evolución de la inversión en I+D+i. No obstante, sí es posible poner sobre la mesa algunas consideraciones que ayuden a entender mejor la lógica por la que transitan las decisiones en materia de innovación e I+D+i en las empresas.

    Como bien argumenta Innobasque en su artículo, el gasto en I+D es más sensible a la inflación que a los tipos de interés por cuanto que el grueso de los gastos en I+D son gastos operativos (salarios, suministros o materiales, entre otros). En consecuencia, para conocer cómo va a influir una eventual subida de los tipos de interés en el esfuerzo innovador de las empresas y en el gasto en I+D en particular, hay que analizar, primero de todo, qué efecto real se espera que tenga esa subida de tipos en la inflación. La cosa, de nuevo, no es tan sencilla. En función de las causas que han provocado el escenario inflacionista actual, el efecto será uno u otro.

    La inflación que se venía observando desde el inicio de la pandemia y antes de surgir el conflicto de Ucrania puede tener dos orígenes diferenciados. El primero relacionado con un shock de oferta derivado de los cuellos de botella existentes en China (principal motor de producción mundial) y del incremento de los precios de la energía y otras materias primas. El segundo, derivado de la expansión de la masa monetaria vinculada a la inyección de liquidez por parte de los Estados y la propia UE como estímulo a la economía para favorecer la demanda y, a la postre, provocar una subida de los precios.

    Dependiendo de los expertos económicos que se consulten, las causas se posicionan más hacia un lado o hacia otro. Probablemente, se haya debido a un mix de los dos factores. En un supuesto escenario en el que una subida de tipos no afectase al resto de variables, unos tipos de interés más altos nunca fomentarían la innovación frente a unos tipos más bajos, ya que el encarecimiento de la financiación haría menos atractiva la inversión en I+D, o como mínimo, menos rentable. Evidentemente, ese no es un escenario económico real y lo cierto es que, si una subida de tipos sirviese para contener la inflación, podría incluso llegar a ser favorable para la inversión en I+D. Sin embargo, tanto en Europa como en Euskadi parece que las causas de la inflación están más relacionadas con un shock de oferta y no tanto con una expansión de la base monetaria. En este escenario, una eventual subida de tipos de interés (seguramente, además, inevitable dado que no parece muy lógico mantener por norma un escenario de tipos negativos) no tendría mucho efecto a la hora de contener la inflación y, en consecuencia, el esfuerzo en innovación no se vería favorecido.

    Siendo la incertidumbre y la inflación los enemigos tradicionales de la inversión en I+D+i, no parece que de momento ninguna de las dos quiera desaparecer. De hecho, el carácter estructural que parece estar adquiriendo la inflación junto con la inesperada lentitud en el proceso de recuperación de algunos países europeos y la intervención militar en Ucrania hacen que la temida palabra estanflación comience a sonar con cierta frecuencia como el nuevo tablero macroeconómico. Pero no todo está escrito. No todo son tipos de interés, costes de inflación o incertidumbres. Hay otros factores tan o más relevantes que intervienen en el juego de la innovación y que hay que tener en cuenta.

    El primero de ellos es el modelo de recuperación auspiciado. A diferencia de otras crisis económicas previas (por mencionar la más reciente, la financiera del 2008) la apuesta por la recuperación que se está realizando desde Europa y Euskadi parece haberse inclinado de forma determinante por las inversiones en innovación y por la transformación de la base económica y del modelo de sociedad en su conjunto. Por primera vez, el presupuesto en I+D se ha visto desacoplado del ciclo económico y la disposición de fondos destinados a innovación se ha multiplicado para hacer frente a las necesidades de digitalización de nuestras empresas y de nuestras ciudades, a los objetivos de la Industria 4.0, a los desafíos de la transición ecológica y la transformación energética o a los retos sanitarios de nuestra sociedad, que la pandemia ha hecho más evidentes si cabe.

    Este desacoplamiento puede que, paradójicamente, se vea reforzado por las crecientes tensiones derivadas del conflicto militar en Ucrania que, además de rasgar su alma, ha azotado a Europa en uno de sus puntos débiles: la dependencia energética de la UE. La transición energética ya no parece un tema de bien común o un factor de competitividad a largo plazo, sino que afectan de lleno a la competitividad de las empresas en el momento actual, sobre todo al tejido industrial con procesos productivos intensivos en energía (en los cuales Euskadi cuenta con una presencia significativa). Estos procesos de transformación del sistema energético de nuestro tejido empresarial van a requerir, por tanto, de un esfuerzo en I+D considerable.

    Por lo tanto, a pesar de que la teoría económica no arroja conclusiones muy favorables sobre la perspectiva de la I+D de la economía europea y vasca, nos encontramos ante un escenario en el que los intereses y necesidades de las autoridades territoriales y sus empresas están más alineados que nunca. Las políticas de recuperación de la crisis Covid pasan por estimular la innovación y el cambio a todos los niveles. La guerra de Ucrania y la evidencia de la dependencia energética de Europa también empujan la inversión en I+D para favorecer la transición energética. Como apunta también Innobasque, no es descartable que veamos en los próximos años cómo la innovación experimenta un notable repunte. El tiempo nos lo dirá.

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